Meditación bíblica y teológica frase por frase
Dios te salve María
Texto base: “Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo.” — Lucas 1,28
“Dios te salve” es una fórmula antigua que significa: “Alégrate porque Dios te concede la salvación.”
No es un saludo humano: es el cielo hablando por boca del arcángel Gabriel. Es la irrupción de lo divino en la vida de María. Dios mismo se hace presente, no solo para saludarla, sino para anunciar el cumplimiento del plan eterno
de salvación.
Llena eres de gracia
Texto base: “Kecharitomene” — palabra griega usada en Lucas 1,28
“Llena de gracia” es un título único en toda la Escritura. En griego se usa el participio perfecto pasivo “κεχαριτωμένη” (kecharitomene), que significa: “Completamente llena de gracia”, “Llena en el pasado y permaneciendo llena
en el presente”, “Colmada por Dios de Su gracia de forma total, perfecta, continua.”, y cuando algo está lleno, no le cabe nada más. Esto significa que María no solo tiene gracia: está plena de la gracia, saturada de Dios mismo,
sin espacio para pecado alguno, ni sombra de egoísmo. Esto es la base bíblica de su Inmaculada Concepción.
El señor es contigo
Texto base: “El Señor es contigo” (Lc 1,28) En hebreo: “YHWH immak”
Aquí se utiliza el verbo “ser” y no “estar”, lo cual es sumamente importante. No dice: “El Señor está contigo” (temporal), sino: “El Señor es contigo” (esencia, permanencia).
Bendita tú eres entre todas las mujeres
Texto base: “¡Bendita tú entre las mujeres!” — Lucas 1,42 (palabras de Isabel, inspirada por el Espíritu Santo)
Aquí vemos que Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce en María una bendición singular. No solo es una bendita más entre muchas, es la bendita entre todas, la única en su género. Esto remite al cántico de Débora o a la alabanza
a Judit, pero con una plenitud inigualable, pues María lleva en su seno al Autor de la bendición, a Dios mismo. María es un sagrario viviente, la nueva Arca de la Alianza.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús
Texto base: “Y bendito es el fruto de tu vientre” — Lucas 1,42
Aquí se revela el centro de todo: el fruto, Jesús, el Salvador. La palabra “fruto” evoca el árbol de la vida, la tierra fecunda, el sí de María como tierra buena donde Dios planta Su Palabra (cf. Lc 8,15). Jesús es el fruto esperado
por siglos desde Génesis 3,15: “Pondré enemistad entre ti y la mujer… ella te aplastará la cabeza.” María es la nueva Eva, y Jesús el nuevo Adán.
Santa María, Madre de Dios
Texto base: “La Madre de mi Señor” — Lucas 1,43
Definido dogmáticamente en el Concilio de Éfeso (431). Aquí se afirma el dogma de la Theotokos: María es Madre de Dios, no por ser madre de la divinidad (que no tiene origen), sino por ser Madre de la segunda Persona de la Trinidad
hecha carne. Negar esto implicaría dividir a Cristo. Al llamarla Santa, reconocemos su plenitud de gracia y su vida totalmente consagrada a Dios. Su santidad no es mérito humano, sino obra perfecta de la gracia divina cooperada en
libertad.
Ruega por nosotros, pecadores
Texto base: “Intercedan los santos unos por otros” — Santiago 5,16; “María estaba con los apóstoles en oración” — Hechos 1,14
Pedimos su intercesión como madre espiritual, confiados en su poder de abogada. Ella, como en Caná, presenta nuestras necesidades con amor seguro: “No tienen vino” (Jn 2,3) y nos conduce a hacer lo que Jesús diga. Aunque somos pecadores,
ella no nos rechaza. Al contrario, nos cubre con su Manto, nos consuela, y nos conduce al arrepentimiento y la esperanza.
Ahora y en la hora de nuestra muerte
Texto base: “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” — Apocalipsis 2,10; “Estaré con ustedes todos los días hasta el fin” — Mateo 28,20
Le pedimos su presencia en el momento presente (“ahora”), y también en el momento más decisivo de nuestra existencia: la hora de nuestra muerte. Es el instante en que el alma necesita más protección, más gracia, más amparo… y la
presencia de María es consuelo, refugio y esperanza.
Como en Fátima enseñó a rezar: “Ruega por nosotros ahora y especialmente en la hora de nuestra muerte.”